El poto. El clásico. Una de esas que hemos visto mil veces en casa de la abuela, a la que cantaba y limpiaba con leche o con cerveza (hemos escuchado mil anécdotas. Epipremnum aureum, en su nombre técnico, no necesita leche ni cerveza pero si agua. Planta resistente donde las haya, capaz de adaptarse a situaciones duras y a cuidadores «con demasiado amor» (ya me entendéis, eso de pasarse de riego).
Si la dejas que crezca y la haces colgar te lo devolverá con creces en forma de hojas brillantes con esos matices verdes y amarillos tan característicos.
Cuando alguien nos dice que está aficionándose a las plantas y que le gustaría empezar por plantas fáciles de cuidar, una de las que recomendamos son los potos.
Colócala en un sitio donde haya mucha luz y riégala cada 7/10 días. Recomendamos meter el dedo en la tierra para comprobar que haya humedad. Mientras toques agua, no la riegues.
Si de repente te aparecen manchas marrones redondas en las hojas, puede ser signo de demasiado riego.
–La maceta que se incluye por defecto es la blanca. Si prefieres cambiar el color indícanos en las observaciones–
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